viernes, 4 de febrero de 2011

OBRAS INMORTALES DE LA LITERATURA - UN ASUNTO TENEBROSO , DE HONORÉ DE BALZAC


Parte importante de mi biblioteca son los clásicos universales que en mi edad escolar, eran lectura obligada y aleccionadora.

Biblioteca Nacional de Francia
Biblioteca de París - Pabellón Balzac

En una época sin ciberespacio, ni redes sociales, con una televisión limitada, los nombres de Dumas, Shakespeare, Balzac, Dostoiesky, Tolstoi, entre muchos otros más, eran sinónimo de héroes casi mitológicos, y sus obras eran las primeras en llegar a las manos de alumnos y profesores.

A manera de homenaje desde esta lectoría, cada cierto tiempo haré una presentación sobre alguno de estos escritores inmortales.

Empesaremos este ciclo con uno de mis autores favoritos;

Honoré de Balzac

Tours, 1799 - París, 1850

Existe mucha información biográfica sobre Balzac, la cual sería repetitiva plasmarla nuevamente en estas líneas.
Más bien, quiero compartir con ustedes una de las mejores descripciones de este autor, que escribiera el Dr. en Historia y Catedrático español Don Francesc Ll. Cardona, que a la letra nos dice:

Balzac fue un hombre sano, robusto y de buen carácter, devorado por una necesidad febril de actividad. Una vanidad de niño, una energía prodigiosa le sostenían en su lucha enconada contra el destino.
Fanático de los negocios, se pasaba las horas imaginando posibles combinaciones que tenían que hacerle rico sin poder fallar, desde la publicación de una enciclopedia para la Enseñanza Primaria, hasta la explotación de la plata en una de las minas de plomo trabajadas por los romanos, o traer 60,000 robles de Polonia para las travesías de la naciente red de ferrocarriles francesa.

Peligrosa imaginación para la realidad cotidiana, pero que se tradujo en una gran calidad literaria para reflejar en sus novelas una sociedad (la época de Luis Felipe y de Napoleón III) en la que el desarrollo de los negocios y la especulación tuvieron mucha importancia.
  
 Su gigantesca obra, todavía de actualidad, le costó un sin fin de sufrimientos, no obstante, fruto de una existencia brillante y dolorosa, no ha dejado nunca de fascinar. Por su manera de escribir, Balzac se parece más a los sabios que a los artistas. En vez de pintar, se pone a disecar. entra de un salto y violentamente en el alma de sus personajes; anda dando vueltas alrededor de ellos, paciente y, pesadamente como un estudioso de la anatomía, levantando un músculo, luego un hueso, luego una vena, después un nervio y llega al cerebro y al corazón sólo después de haber recorrido el círculo entero de los órganos.



Entonces aparece el artista, sus personajes toman color y forma, empiezan a vivir; tras la razón viene el sentimiento; involuntariamente sus gestos; sus discursos, sus acciones se forman espontáneamente en el cerebro de novelista. El calor entra en esta pesada masa de metal tan trabajosamente acumulada y aparece la estatua. LA imaginación de Balzac es colosal.

La Sintaxis de Balzac es muchas veces retorcida, pero su profusión de imágenes; la amplitud de perspectivas, inmensa; los horizontes que descubre casi infinitos; sus ideas son como el oleaje tumultuoso de una presa que ha roto sus diques.

Sus obras provocan una borrachera de colores que da vértigo. Es un cíclope literario solitario que crea más de dos mil personajes, variadísimos y llenos de verdad y de vida, como su propio autor.


UN ASUNTO TENEBROSO - DE HONORÉ DE BALZAC


Esta novela fue publicada en 1841, como parte de La Comedia Humana, obra monumental de Balzac.
Fue incluida inicialmente como Escenas de la Vida Pública.
Considerada como la primera novela del género policíaco de la historia, fue publicada al mismo tiempo que la otra gran novela pionera de tal temática: Los asesinatos de la calle Morgue, del gran maestro norteamericano Edgard Allan Poe.

Sin embargo, en la del francés, la Historia como marco también está presente y constituye el vehículo para exponer el planteamiento, nudo y desenlace del relato de tal forma que junto con la ficción, forman una perfecta simbiosis.

El 14 de Junio de 1800, Napoleón, entonces primer cónsul de Francia, derrota a duras penas a los austríacos en Marengo. Durante su ausencia se crean en París ciertas intrigas. La más importante fue la urdida por Fouché, intrigante ex-seminarista al llegar la revolución, responsable de la caída de Roberspierre e intrigante y siempre dispuesto al "cambio de chaqueta" según sus propios intereses.

Del complot estaba al corriente el senador Clément de Ris, que en la novela encarna el personaje de Malín, Conde de Gondreville. Para evitar ser descubierto, Fouché ordena el secuestro de Malin por unos agentes enmascarados que registran su casa para apoderarse de ciertas cartas comprometedoras.

Con el fin de salvar el honor de Fouché, entonces Ministro de Policía, y a su vez, asestar un golpe a los nostálgicos monarquistas bonapartistas, Fouché detiene y acusa del secuestro a los nobles legitimistas de las familias Simeuse, Hanusteserre, y al administrador Michu, fiel a su señora Laurencia de Cinq-Cygne.

A la intriga política se une el resentimiento de Corentin, agente de Fouché, contra la señorita de Cinq-Cygne. Laurencia es amada por sus dos primos y por Adrien de Hauteserre, con quien más tarde se casará.

LA valiente joven marcha al campamento en busca de Napoleón en vísperas de la batalla de Jena frente a los prusianos (14 de octubre de 1804), y consigue del Emperador el indulto para sus primos pero a costa del sacrificio del fiel Michu.

Lo original de esta novela es que a semejanza de tantos ejemplos de atentados y venganzas de tipo político, el crimen queda impune y se resuelve muchos años después, a partir de una conversación en el salón de la marquesa de Cadiran. El propio autor parece quedar fascinado ante la maquiavélica trama de este asunto auténticamente tenebroso.

La novela sale a la luz durante la Monarquía de Julio encarnada por Luis Felipe de Orleans. Ya no podía molestar a nadie. Atrás quedaba el recuerdo del brillante paso del Gran Corso y de la Restauración borbónica. Pero los "Camaleones", los que se adaptaban a las circunstancias políticas para sobrevivir y si puede prosperar no habían desaparecido.

Son los Fouché, Tayllerand, etc, de entonces y siempre, y los honrados o los desgraciados como el duque de Enghien, un valiente Condé de la casa de Borbón, pagan con su vida la felicidad a unos principios o a su propia sangre.

Fuente:  Estudio preliminar de Un Asunto Tenebroso. 
Dr. Francesc Ll. Cardona

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