Con las disculpas por la foto, podrán notar que este libro corresponde a la colección de El País, y les paso el dato que lo compré en Wong a S/. 9.90, junto con el segundo libro de la saga, y también el libro La Plata de Britania. Hay más de esta colección de clásicos que vale la pena, como el libro Espartaco.
Yendo a la historia, les cuento que esta novela está narrada en primera persona por el propio Claudio, ya emperador, quien evoca su infancia y juventud. El histórico Claudio fue mantenido alejado de la vida pública por su familia, los Julio-Claudios, hasta su repentina elevación a la edad de 49 años.
Esto se debía a diversas incapacidades, incluyendo tartamudeo, cojera y varios tics nerviosos, lo que hacía aparecer como un deficiente mental a sus parientes. Así fue definido por los eruditos durante la mayor parte de la historia, y Graves usa estas peculiaridades para desarrollar un personaje simpático cuya supervivencia en una dinastía asesina depende de la presunción incorrecta de que es un idiota inofensivo.
Robert Graves señaló que después de leer a Suetonio, Claudio se le apareció en un sueño una noche y exigió que se narrara su verdadera historia. La vida de Claudio proporcionó a Graves una forma de escribir sobre los primeros cuatro emperadores desde un punto de vista íntimo. Además, el auténtico Claudio fue un historiador experto y se sabe que escribió una autobiografía, hoy perdida, en ocho libros que abarcaban el mismo período. Yo, Claudio es una narración en primera persona de la historia romana del reinado de Augusto al de Calígula. El propio reinado de Claudio se contiene en la novela siguiente.
Graves proporciona un marco para la historia al hacer que Claudio visite Cumas, donde recibe una profecía en verso de la sibila y una profecía adicional contenida en un libro de las Curiosidades sibilinas. Este último se refiere a los destinos de los «velludos» (esto es, los Césares, de la palabra latina «caesar», que significaba «una cabeza peluda») que gobernarían Roma. El penúltimo verso se refiere a su propio reinado, y Claudio asume que puede identificar al último emperador descrito. Desde el principio, entonces, Graves establece un tono fatalista que se agota al final de la segunda novela, cuando Nerón va a suceder a Claudio.
Se supone que la escribe en griego, por cuanto Claudio está escribiendo para la posteridad en la que creía que no se hablaría latín, pero sí griego. En Cumas, la sibila cuenta a Claudio que él «hablará claro» mil novecientos años más tarde, lo que significa que él escribirá sus memorias secretas y las dejará para que las descubra la posteridad en el siglo XX. Por ello elige escribir en griego, puesto que cree que seguirá siendo «el principal idioma literario del mundo».
Esto permite a Graves explicar costumbres y expresiones idiomáticas latinas. Por ejemplo, explica la etimología de palabras latinas (como los orígenes de los nombres «Livia» y «César») que de otra manera sería obvio a los latinoparlantes, que Claudio (correctamente) cree que no existirán en el futuro.
Hubo una miniserie para la televisión que fue muy exitosa. No la vi asi que no puedo comentar a l respecto. El libro lo considero fascinante por el tono personal que nos expone Claudio en su narración.
Me gustó muchísimo la serie, pero el libro muchísimo más, los dos, el de Yo Claudio, y el de Mesalina.
ResponderEliminarMe lo has traído a la mente otra vez, cosa que te agradezco. Seguro que es de esos que releeré.
Un saludo.