viernes, 2 de marzo de 2012

Tom Jones - de Henry Fielding


Todo un clásico de la literatura inglesa. Escrita en el año 1749, aún mantiene vigencia como materia de estudio en muchas cátedras de letras, dado su atrevimiento post-modernista en un siglo clásico.
Cuenta con una versión cinematográfica que en 1963 alcanzó varios premios de la Academia, con una soberbia actuación de un joven actor de nombre Albert Finney, nada más y nada menos.

Tom Jones es una novela cómico-picaresca en la que seguimos las andanzas y vicisitudes de su atractivo protagonista. Ilegítimo hijo de Mr. Allwhorty, a medida que crece y se enamora, vaga por Inglaterra, tras ser expulsado de la casa de su padre adoptivo.

Tom se ve envuelto continuamente en peleas, enredos y  aventuras subidas de tono para aquella época. Al final, sin embargo, se salva por poco de la horca y se casa felizmente con su verdadero amor, Sophía, mientras que sus  enemigos resultan humillados de diversas formas.

El humor está presente a lo largo de todo el libro y es uno de los pilares del mismo. Hay personajes realmente hilarantes, como Partridge, el criado de Jones (una suerte de Sancho Panza británico), que se dedica a quebrar la paciencia de su compañero con su verborrea desbordante y sus inagotables citas en latín; o el señor Western, padre de la inocente Sophia, un compendio de malos modos, borrachín y aficionado a la caza, que protagoniza algunas de las escenas más desopilantes de la obra. La capacidad para la sátira de Fielding es inagotables: todas las clases sociales salen malparadas de su aparición y apenas hay personaje al que en un momento u otro no se ponga en la picota.

No se trata sólo de una novela larga y complicada, sino de una gran novela. Anticipado al mejor Dickens -quien, según se cuenta dijo: "yo soy Tom Jones"-, Fielding describe con entusiasmo, regocijo e ingenio burlesco, y a veces con sátiro desdén, la vida de la Inglaterra del siglo XVIII en toda su rica variedad, desde los pobres campesinos hasta sus opulentos aristócratas.

Las descripciones del autor poseen el agudo poder de observación de un moralista que conoce bien el conflicto entre los preceptos cristianos que oficialmente deberían regir la conducta en sociedad, y el poder que el egoísmo, la insensatez y el vicio tienen en este mundo. En la sociedad que describe, los buenos samaritanos escasean, y las trampas aguardan al inocente en cada revuelta del camino.

No obstante, oficiando como una irónica pero benevolente providencia, Frielding conduce a los buenos amantes hacia la felicidad a través de un mundo corrupto.

En la novela, Fielding se complace en los enredos grotescos y en la comedia sexual: su héroe no es un santo.


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