martes, 4 de enero de 2011

EL VIEJO Y EL MAR - DE ERNEST HEMINGWAY


Escrito en 1952 por encargo de la revista Life, este relato lo confirmó como uno de los escritores más significativos del siglo XX, obteniendo el premio Pulitzer en 1953, y allanando su carrera hacia el Nobel de literatura, recibido en 1954.

La primera versión cinematográfica data del año 1958 con la actuación de Spencer Tracy en el papel del viejo Santiago, con el cual ganó el Oscar a mejor actor. Hubo otra versión en 1990 con Anthony Quinn como protagonista, pero que no alcanzó los laureles de la primera versión.

La película original nos trae gratos recuerdos a los peruanos porque gran parte de las grabaciones se realizaron en la caleta de pescadores Cabo Blanco, que queda al norte del Perú en la ciudad de Talara en Piura.

A raíz de ello, Hemingway visitó Cabo Blanco y aficionado a la pesca, durante el rodaje de las escenas para la película, capturó un hermoso ejemplar Merlín de más de 700 libras.

Volviendo al libro, EH narra la rutina diaria de un pueblo cubano de pescadores con una economía de lenguaje que se volvió característico del libro. La vida del viejo pescador Santiago está descrita con un estilo austero y elemental que es tan elocuentemente desdeñoso como el encogimiento de hombros de un hombre viejo.

Contando con el peso de la edad y la suerte en su contra, Santiago sabe que debe remar más lejos que los otros pescadores; más lejos de la tierra, hasta las aguas profundas de la corriente del golfo.

Cuando el viejo logra pescar un pez aguja más largo que su balsa, es puesto a prueba hasta el límite mientras sujeta el sedal con manos ensangrentadas, esforzándose por acercarlo lo bastante para arponearlo.

Con su lucha demuestra la capacidad del espíritu humano para soportar la fatiga y el sufrimiento para vencer. Es también su profundo amor y conocimiento del mar, con su impasible crueldad y beneficencia lo que le permitirá prevalecer.

Hemingway contrapone con gran maestría los olores de la brea de la nave, la sal del mar y la sangre del pez, con la deslumbrante luz del sol y el color armonioso del agua; los calambres, las náuseas y el ciego agotamiento del viejo, con los aterradores espasmos de muerte del pez y el agitado movimiento del mar.

Esta novela corta demuestra que no se necesita escribir libros monumentales para alcanzar la magistralidad.
El libro exige ser leído de un solo tirón.

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