miércoles, 16 de febrero de 2011

MAGALLANES - DE STEFAN ZWEIG


El libro de Zweig sigue siendo el texto más bello dedicado a consagrar la aventura de Magallanes y sus marineros. Bien documentada, la reconstrucción de su hazaña es también un brillante cuadro de las condiciones económicas y políticas a comienzos del siglo XVI que evoca de forma vivaz y exacta las peripecias de una navegación repleta de aventuras.
Como todos sus libros, este no es escaso de la acostumbrada hermosura de la obra de Zweig. Basta leer una parte de la introducción que hace el autor en su libro:

El que es escritor debería dar cuenta de los sentimientos, de los apetitos personales que le han motivado a escoger el asunto de cada una de sus obras. El íntimo origen del libro que aquí veis se me aparece a mí mismo con toda claridad. Nació de un sentimiento algo insólito, pero muy penetrante: la vergüenza.
Sucedió de este modo: el año pasado tuve por primera vez la tan anhelada oportunidad de un viaje a América del Sur
Gocé infinitamente de los días paradisíacos que duró la travesía. Pero, de pronto ‑esto fue en el séptimo u octavo día ‑, me sorprendí en flagrante impaciencia. Siempre el mismo cielo azul y el mismo mar azul en calma. ¡Qué largas me parecían las horas de viaje en medio de aquella súbita reacción! Deseaba íntimamente haber llegado al término y me alegraba la idea de que el reloj, incansable, iba acortando el tiempo. Ahora, el flojo, el indolente placer de la nada, me molestaba. Las mismas caras de unas mismas personas llegaban a hastiarme, la monotonía del movimiento de a bordo me excitaba los nervios, precisamente por la tranquila regularidad del pulso. ¡Adelante, adelante! ¡Más aprisa, más aprisa! De pronto, el bello transatlántico, tan lujoso, tan cómodo, no andaba con la suficiente velocidad.¡Acuérdate, impaciente; acuérdate, descontentadizo, cómo era en otro tiempo! Compara un momento este viaje de hoy con los de antaño, sobre todo con los primeros viajes de aquellos temerarios que descubrieron, en beneficio nuestro, estos mares inmensos y un mundo nuevo, y avergüénzate en su memoria.
Tal vez sólo faltaba ese minuto en que se me reveló mi estado de impaciencia para que inmediatamente me avergonzara de mí mismo. Estás haciendo ‑me dije, airado‑la más galana de las travesías en el más seguro de los buques; tienes a tu disposición todo el lujo que se puede alcanzar en la vida.
Una vez experimentado, este sentimiento de vergüenza no se borró de mí en toda la travesía. El pensamiento de aquellos héroes anónimos no me dejó un instante. Y quise saber más de quiénes fueron los primeros en afrontar a los elementos, y leer sobre los primeros viajes por los océanos inexplorados, cuya descripción ya me había impresionado en los años de mi infancia.
Entré en la biblioteca del transatlántico y cogí al azar unos volúmenes. De entre todas las figuras y todas las rutas, mi admiración se asió a los hechos del hombre que, en mi sentir, llegó a lo más extraordinario en la historia de los descubrimientos geográficos: Fernando Magallanes, el que salió de Sevilla con cinco barcas de pescador para dar la vuelta a toda la tierra. Tal vez en la historia de la humanidad es la odisea más magnífica esta partida de los doscientos sesenta y cinco hombres decididos, de los cuales sólo dieciocho volvieron a sus lares en los míseros barcos castigados, pero con la bandera de la gran victoria en el mástil.
Como ya me ha sucedido otras veces, no hallé mejor ni más eficaz modo para aclararme a mí mismo el hecho que darle forma y describirlo para los otros. Así nació este libro.

Me alegra contar en mi biblioteca con los doce libros de Zweig que llegaron en algún momento a Lima.
Me apena no contar con toda la obra completa de este maravilloso artista.


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